So, sí, hoy justo hago un mes en Florencia. Aún sigo acostumbrándome,
pero las cosas van bastante bien.
Justo a esta hora, hace un mes, estaba super cansada
y mugrosa, y en este momento me encuentro sentada en el escritorio de mi
recámara (ya bañada y bien dormida).
La transición no ha sido del todo sencilla, pero
tampoco esperaba que lo fuera. Adecuarse a una nueva ciudad en la que no
conoces absolutamente a nadie es complicado por sí solo, y si a eso le
agregamos: diferente idioma, diferente país, diferente continente, distintas
costumbres, base alimenticia distinta, distinto horario; pues son muchas diferencias. Pero creo
que lo más difícil ha sido el cielo gris.
Yup, yo sé que siempre he dicho que me encantan los
días lluviosos y grises, que me dan mucha serenidad, que amo el sonido de las
gotitas de lluvia contra los cristales, que caminar bajo la lluvia es delicioso
y tantas cosas más, peeeero, durante todo este mes he tenido como unos cinco o
seis días con sol y la verdad es que, aunque sea un ermitaño que puede quedarse
encerrado en casa el día entero, también soy un poco lagartija y la falta de
sol de verdad hace daño.
Recuerdo que hace algunos años mi hermano nos decía
que el invierno gris le apagaba el espíritu, y yo solía decir “¡ay ajá!”, pero
aunque el invierno aquí no ha tenido nieve, ni haya sido tan frío, entiendo
ahora que sí, los días grises no son del todo agradables cuando son demasiados;
y que el sol es sumamente necesario para ponerte contento, tanto así que cuando
sale un poquito me siento como esos chuchitos super alegres cuando ven su
correa pa’ salir a pasear.
Aunque debo decir que es hasta cierto punto chistoso
ver a la gente apanicarse porque ha llovido por tres días seguidos y el “Arno”
está crecido y bravo; creo que me llevaré a unos cuantos a Chiapas en temporada
de lluvias para que vean lo que es “llover por tres días seguidos y el río anda
crecido y bravo”. ¡Ah, mi lluvioso rancho soleado, de cielos azules y
brillantes!
Siguiendo con el tema de “no sabes lo que tienes…”,
creo Italia no es productor de frutas y verduras, entonces todo aquí es bien
pinche caro, mi dieta se ha basado en pasta, pizza, arroz, champiñones, pan, y
mandarinas. Amo las mandarinas y he llegado a pagar hasta tres euros por un
kilo. Me encontré unas calabacitas con flor y el kilo estaba como en tres euros
también. Compras cuatro pinches manzanas rojas por dos euros y ya ni se hable
de cosas ligeramente más exóticas. Tons, los mercados mexicanos nunca me han agradado,
pero ahora entiendo porque a los extranjeros les gustan tanto: además de ser
bien coloridos, todo es demasiado barato y fresco y rico.
Encontré un lugar (me lo presentaron unas argentinas)
en el que hay un aperitivo mexicano, todos los martes en la noche. Bebes una
chela o un Spritz (si te quieres ver más fresa, que lleva proceso, agua mineral y otra cosa que se llama bitter) y comes harto de lo que haya, el cocinero es mexicano entonces la
comida sí es buena.
Aunque claro que no puedo despreciar la comida italiana he probado pastas ricas, rissotos deliciosos y dulces y gelatos geniales.
El idioma va mejorando. Con el pasar de los días se
me hace mucho más fácil hablarlo, aunque por el momento tengo una pequeña
desventaja, en casa se habla inglés… pero lo veremos por el lado amable, en este
tiempo perfeccionaré ambos idiomas, y para julio los podré presumir muajaja.
Las clases van bastante bien. He debido desempolvar
algunos archivos de química de mi cerebro; porque estoy llevando química,
después de más de diez años de nuevo me encuentro con enlaces, óxidos, hidróxidos,
ácidos, equilibrio de ecuaciones y cosas por el estilo que en español no me
eran tan sencillas, así que mis apuntes son un tesoro que por el momento me
encanta descifrar.
Tengo varios créditos reconocidos, so, puedo saltarme
clases, pero he decidido llevarlas porque algunas son un poquito-demasiado específicas,
tons, pa’ evitar problemas futuros me aguanto. He descubierto que eso de ser adelantadito-cae-mal no
es bien visto en ningún lado, pero qué puedo decir, tengo espíritu competitivo
y vi algunas caras de “es mexicana=mensa” y pus no, simplemente no puedo dejar
que esa suposición sea cierta.
He conocido gente muy linda, hay una comunidad latina
a la que intento integrarme que es genial; he conocido a italianos y gringuitos
buenitas gentes; pero se extraña poder mentar madres a gusto con alguien que te
entienda.
Por primera vez soy la más grande de mi clase y eso
sí se siente raro. Mis compañeritas son lindas, casi todas italianas, una suiza,
una japonesita y una taiwanesa; aunque, claro está ya hay un par a las que no
soporto pero tiempo al tiempo. Una de ellas me dijo loca usando sarcasmo como
si esperara que no entendiera lo que decía, y en vez de enojarme me reí y
contesté con el mismo tono que ella usó; yo no le dije loca, aun no soy tan maleducada, solo indiqué que la niña era un poquito tonta y ella me
vio con cara de “¡¿entiendes el sarcasmo?!”, como si fuera algo que no se usara en
otros lugares.
He visto, oído, y comido cosas geniales. Me he reído,
he disfrutado y vamos bien. Para ser el primer mes me parece que no ha sido
malo, sobre todo si ponemos sobre la mesa que soy algo introvertida y que no me
es sencillo socializar, pero vamos pasito a pasito.
Confieso que además de extrañar a mis seres queridos
extraño un café con las tres “b” (el de aquí es rico pero caro y x); un jugo de
naranja recién exprimido, y ¡muero por unos mis taquitos de cochito o pastor con salsita picante! Me
encontré unas piadinas (que son como masa para pizza super delgada) y me acordé
del Jul diciendo en el punto: “nos puede traer una quesadillota”, y sí, ¡he hecho
quesadillotas! (Ricas, pero con mozzarela en vez de quesillo no salen taaaan
buenas). Supongo que tendré que aprender a hacer tortillas y ya. Todo sea para
matar el antojo.
Hablando de antojos, tardé casi dos semanas en
madurar un puto aguacate porque se me antojo un pan con guacamole y jamón y el
muy maldito no estaba tan bueno.
Y pus ya, seguiré estudiando, comiendo, oyendo, disfrutando
y aprendiendo tanto como pueda; a mi gente mexicana (y colados en México): me
hacen mucha falta y los quiero harto.
Como paréntesis, no suelo dar limosnas a gente en la calle, pero aquí cerquita de mi casa hay una viejita que tiene una expresión tan triste y desolada que me hace imposible pasar frente a ella sin dejarle una moneda. Ver sus ojitos iluminarse un poquito cuando me da las gracias es una de las cosas más geniales que he visto durante todo este tiempo.
Ah, y se me olvidaba, aquí solo he encontrado
tequila Sauza Blanco y José Cuervo Especial (¡que mantienen en los refris!)
pero como decía la Pily: “creo que esos dejan ciego” tons los evito (al menos
por el momento).
Saludos, besos, abrazos. Los quiero. Los extraño. Y ya, a darle nomás.
P.S. No sean pinches codos y compren mi libro xD