sábado, 23 de noviembre de 2013

En busca del libro perdido, booktag.

Yup, me he vuelto fan de los booktags, so, aquí va este:

1. Autor o libro con la letra 'Z'. 
-- Autor: Marion Zimmer Bradley, la trilogía de Avalon. 


2. Un clásico. 
-- El primero que me vino a la mente, Orgullo y Prejuicio de Jane Austen


3. Un libro que tenga una 'llave' en la portada. 
-- Tengo entendido que este ha sido complicado para muchos, pero miren: Bitterblue de Kristin Cashore


4. Algo que no sea un libro en tu estantería.
-- Ratones, sí, ratones :)


5. Tu libro más viejo. 
-- Uno que es más viejo que yo, Papillon de Henri Carriere (Ed. 1976)


6. Un libro que tenga una chica en la portada. 
-- De estos hay muchos pero... La Princesita, de Frances Hodgson Burnett

7. Un libro que tenga un animal en la portada. 
-- Con un tigre bello, Vida de Pi de Yann Martell.


8. Un libro que tenga un protagonista masculino. 
-- Son tantos, pero quedémonos con La leyenda de 1900 de Alessandro Baricco


9. Un libro que sólo tenga letras en la portada. 
Tengo pocos pero... El Niño con el pijama de Rayas de John Boyne y The Invisible Cities de Italo Calvino.


10. Un libro que contenga ilustraciones. 
-- Dos hermosos y grandotes: La colección de Las Crónicas de Narnia de C.S. Lewis y Crónica de los Dragones de Meilekjohn Graphics
 
 
 


11. Un libro con letras doradas. 
-- De nuevo tengo varios, me quedare con mi colección de El Señor de los Anillos de J. R. R. Tolkien. 


12. Un diario ficticio o real. 
-- El Diario de Anna Frank de Anna Frank.


13. Un libro escrito por alguien con un nombre común. 
-- Uno de mis favoritos, El amor en los tiempos del cólera  de GABRIEL García Márquez.


14. Un libro que contenga un primer plano. 
-- vamos con un rostro, Memorias de una Geisha de Arthur Golden.

-- O tal vez Ginebra la reina del país del verano de Rosalind Miles. 


15. Un libro ambientado en una época antigua. 
-- Sip, se habrán ya dado cuenta ¡me encanta la literatura Artúrica! Artorius de César Vidal (ambientada en el siglo V-VI D.C.)


16. Un libro de tapa dura sin sobrecubierta. 
--Con algunas de mis portadas favoritas, la trilogía de La Guerra de los Espíritus de Margaret Weiss y Tracy Hickman. 


17. Un libro de color turquesa. 
-- Entre turquesa y azul El coronel no tiene quién le escriba de Gabriel García Márquez y 20,000 leguas de viaje submarino de Julio Verne (que también es pasta dura sin sobrecubierta).


18. Un libro que tenga estrellas en la portada. 
-- Esta fue difícil, y mis estrellas son puntitos que brillan en cielos o... Títulos: La historia Interminable de Michael Ende, El prisionero de Azkaban de Rowlling y Stardust de Neil Gaiman.


19. Un libro que no sea juvenil. 
-- De mis favoritos Utopía de Tomás Moro y Un mundo Feliz de Aldous Huxley.

Y ya :)

jueves, 31 de octubre de 2013

La cena literaria. Book Tag.

Pus, los book-tags están de moda en "Vlog" pero como no pretendo hacer un video de esto, lo dejo por escrito.

1. Un personaje que sepa o guste de cocinar.
-- Jass de "Bitterblue" de Christin Cashore, el Graceling que sabe qué quieres comer (aunque tú no sepas) con sólo olerte; o Peeta Mellark de la trilogía de "Los Juegas del hambre" de Suzanne Colins, al menos pan tendríamos.

2. Un personaje que tenga dinero para financiar la cena.
-- Edmond Dantès, mejor conocido como "El Conde de Montecristo" de Alejandro Dumas... Porque además de tener harta paga está bien rico; o Mr. Darcy de "Orgullo y Prejuicio" de Jane Austen. 

3. Un personaje que pueda armar una escenita.
-- Tasslehoff Burrfoot de "Las Crónicas de Dragonlance" de Weiss/Hickman sería muy divertido tenerlo metiendo la mano en bolsa ajena y luego verlo decirles a todos: "te muestro que traigo en mis bolsillos si me enseñas los tuyos".

4. Un personaje divertido.
-- Tyrion Lannister de la "Canción del Hielo y Fuego" de G.R.R. Martin, con su humor raro y sus comentarios impertinentes y fuera de lugar me haría la noche.

5. Un personaje muy sociable/popular.
-- Más que sociable es popular por causar problemas, Kvothe de las "Crónicas del Asesino de Reyes" de Patrick Rothfuss, además es pelirrojo y buen músico y un poquito -casi nada- impertinente.

6. Un villano.
-- Mi General Andrés Ascencio de "Arráncame la vida" de Ángeles Mastreta, sólo pa' ver a quién manda a la chingada y le cuenta del 1 al 100 pa' que se apure; ahora que sí quiero un villano maldito sería Javert de "Los Miserables" de Víctor Hugo.

7. Una pareja (no necesariamente romántica).
-- Merry y Pipin de "El señor de los Anillos" de J.R.R Tolkien porque me caen bien y me gustaría verlos bailar sobre la mesa (cuando llegaran le diría a Pipin: "you fool of a Tuck shall not pass"); o Jamie Lannister y Briene la Bella de la "Canción de hielo y fuego" porque me encantaría verla a ella decirle "mata reyes" frente a Tyrion; o Ron y Hermione de "Harry Potter" de J.K. Rowling para tener personajes de esa saga. 

8. Un héroe/heroína.
-- Lancelot, sin duda alguna, principalmente el de "Las Nieblas de Avalon" de Marion Zimmer Bradley, atormentado, caballeroso y guapo, cómo no tener a Lancelot en mi cena.

9. Un personaje menospreciado.
-- Eponine de "Los Miserables" de Víctor Hugo, pobrecita ella, maldito Marius, o Samwise Gamgee de "El Señor de los Anillos" de Tolkien, se lo merece Sam.

10. Un personaje de tu elección.
-- Dustfinger de "La trilogía de la tinta" de Cornelia Funke pa' que haga show con fuego; o 1900 de "La leyenda de 1900" de Alessandro Baricco porque necesitamos música; o Florentino Ariza de "El amor en los tiempos del cólera" de Gabriel García Márquez, sólo porque me encantaría verlo y hablar de fidelidad con él.

Cuestionario de Bernard Pivot.

He estado viendo algunos episodios del "Inside the Actor's Studio" y me parece que el cuestionario final es muy bueno para conocer a la gente, así que me tomé la libertad de hacerlo. 

1. ¿Cuál es tu palabra favorita? 
         Tzintzuntzan (nombre de una ciudad en Michoacán), Pazzia (Locura en Italiano) y Forlorn (abandonado en inglés).

2. ¿Cuál es tu palabra menos favorita? 
         Prohibición.

3. ¿Qué te prende (turns you on)?
         La música, una voz profunda leyendo, o una sonrisa bella.

4. ¿Que te apaga (turns you off)?
        La frase: "no me gusta leer"

5. ¿Qué sonido o ruido amas? 
         El viento moviendo hojarasca o el pasar de las páginas de un libro.

6. ¿Qué sonido o ruido odias? 
         El llanto de un niño.

7. ¿Cuál es tu grosería favorita? 
         Desde hace algunos meses "Carajo", suena tan bonito.

8. ¿Qué profesión además de la tuya te gustaría intentar? 
         Me gustaría ser Escritora o volviendo a mis sueños de infancia Astronauta.

9. ¿Qué profesión no te gustaría intentar? 
         Cualquiera que tenga que ver con entierros y/o embalsamamientos.

10. Si el cielo (paraíso) existe, ¿Qué te gustaría que Dios te dijera cuando llegues a las puertas del cielo? 
         Después de tanto tiempo, mira, éste soy yo. 

martes, 15 de octubre de 2013

Adiós Romance. (Taller BL).

Este es el reto nuevo del Taller de Escritores de “Be Literature” de Leara. Las inspiraciones, de nuevo una imagen y una canción; el reto “200 palabras” (mucho más complicado de lo que esperaba), pero lo intenté. Si quedó muy meloso, lo lamento. Así que, aquí va.


Wake Me Up by Avicii on Grooveshark

Adiós romance.


Recuerdo las últimas palabras que te dirigí: “a veces está bien cambiar de opinión o incluso de ilusiones”. Al escucharme, tus ojos se apagaron; pasaron de la ternura a la ira y se detuvieron en la agonía.

Mis sueños eran demasiado grandes, casi tanto como mi juventud y mi orgullo; pero no más que mi ambición. Quería hacer demasiado con mi vida, y tú eras feliz con lo que tenías. Te miré por última vez y comencé a alejarme; aunque casi desistí cuanto te escuché murmurar: “entonces, despiértame cuando alcances tus sueños y todo esto termine. Cuando sea más sabio y más viejo. Despiértame cuando te des cuenta de tu error”.

Desde ese día he seguido el camino que –supuse– me llevaría a descubrir la persona que debía ser. He viajado, he aprendido, he disfrutado; he hecho mucho más de lo había esperado, pero siempre me faltó algo.

Ayer, al recordar tus palabras fui consciente de que he crecido y sé más que antes; y finalmente descubrí qué fue lo que siempre me faltó. Regresé de inmediato. Vine a buscarte, pero habías seguido tu camino, sin mí. Y murmurando pregunté: “¿quién me despertará a mí, ahora que descubrí mi error?”

El libro de Merlín. T. H. White.

Hace un par de días terminé de leer "El libro de Merlín" de T. H. White, que es el libro con el que se cierra la saga de "Camelot" o "The once and future King". Desde hace mucho tiempo había querido leer la historia, pero no había podido conseguir los libros, hasta que hace unos cuantos meses la Random House Mondadori, los añadió a su catálogo. Debo confesar que esperaba mucho más de Camelot, quería que fuera más mágica, más poderosa; no sé por qué, me la había imaginado como una historia más inocente e infantil, pero en realidad es una saga llena de pasajes dirigidos a un público ligeramente mayor. Creo que no la habría comprendido de la misma manera si la hubiera leído hace unos cinco o seis años. 

Tengo entendido que T. H. White escribió los libros durante la Segunda Guerra Mundial, y es bien fácil distinguir el dolor por el que él pasaba mientras escribía y vivía con el constante temor de que la Guerra lo alcanzara. Hay tantas cosas que hablan de como los hombres son los únicos mamíferos que se matan unos a otros por deporte o diversión, la frase que viene en seguida ha sido una de las que más impacto me causaron, sobre todo porque sigue (y seguramente, seguirá) ajustándose a las condiciones actuales:


Actualmente la raza humana se divide desde el punto de vista político de la siguiente forma: de cada cien hombres hay uno que es sabio, nueve bribones y noventa tontos. Este es un cálculo optimista. Los nueve bribones se reúnen bajo el estandarte del más bribón de todos ellos y se convierten en políticos. El sabio se queda a un lado porque sabe que está en una desesperada inferioridad numérica, y se dedica a la poesía, las matemáticas o la filosofía. Los noventa tontos, por su parte, avanzan pesadamente tras los estandartes de los nueve bribones que, según las modas, los conducen a los laberintos de la superchería, la malicia y la guerra. Mandar es agradable; y este es el motivo por el que los políticos disfrutan levantando sus estandartes. Además, la vida de los corderos es igualmente mala sea cual sea el estandarte. Con la democracia, los nueve bribones se convierten en diputados; con el fascismo, se hacen líderes del partido; y con el comunismo, comisarios. Lo único que cambia es el nombre. Los tontos seguirán siendo tontos, los bribones seguirán siendo líderes, y siempre se producirá el mismo resultado: la explotación. Por lo que respecta al sabio, su suerte será aproximadamente la misma en cualquiera de los sistemas. Si vive en una democracia, le animarán a que se muera de hambre en una buhardilla; si lo hace en un país fascista, le meterán en un campo de concentración; mientras que en uno comunista le liquidarán. (El Libro de Merlín).


La saga de "Camelot" está ahora entre mis favoritas no tanto por su magia, sino por su sabiduría. Y yo, seguiré aquí, esperando el momento que describe Gary Hughes: 

Someday in the greates time of need, he'll come back, from the place where he sleeps and waits [...] our beloved Once and Future King. 


domingo, 6 de octubre de 2013

Las Ballerinas de Taglioni. (Taller BL).

Este es el reto nuevo del Taller de Escritores de “Be Literature” de Leara. Las inspiraciones, de nuevo una imagen y una canción, el reto “Terror”, creo que el terror no es lo mío (he de confesar que no lo veo ni lo leo, porque soy demasiado miedosa), pero lo intenté. Así que, aquí va.
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I Don’t Care (feat. Adam Gontier) by Apocalyptica on Grooveshark

LAS BALLERINAS DE TAGLIONI.

Eran ya demasiados los años que habían pasado desde que vio su oscura silueta dibujada en la noche, y aun más largo era el tiempo transcurrido desde que escuchó su chirriante voz murmurar su nombre por vez primera.
En algún momento ella había sido una niña tranquila y feliz, al menos hasta que las ilusiones de sus padres la hicieron dejar atrás el único hogar que conocía para mudarse a una ciudad nueva y desafiante, y una casa mucho más grande que la anterior. Tenía apenas siete años cuando su madre pudo finalmente abrir su propio estudio de danza y su padre un taller de pintura, ocupando entre los dos toda la planta baja de su nueva casa.
Las primeras semanas fueron tan ajetreadas para todos, que no tuvo oportunidad de notar nada fuera de lo común, pero una vez que su vida comenzó a tomar el mismo ritmo tranquilo y cotidiano que tenía antes, las cosas empezaron a salirse de control; aunque si lo pensaba con más detenimiento, fue después de su primera práctica de ballet en el estudio nuevo de su madre cuando todo comenzó.
El día de la apertura del estudio-taller de sus padres, había pasado la tarde entera ayudando –prácticamente desde que regresó de la escuela–, corriendo de un lado a otro para llevar el equipo de su madre, o buscando más pinceles para su padre. Fue hasta la última hora, que le dieron un descanso, y pudo después de muchos días sacar de su mochila su equipo de bailarina. Corrió hacía los vestidores y en pocos minutos había cumplido ya con el ritual de ponerse las mallas, el leotardo, los calentadores y hacerse el moño en el cabello; pero cuando buscó sus zapatillas no logró encontrarlas por ningún lado. Su madre le dijo que seguramente las habían guardado en alguna de las cajas de mudanza que aun no habían desempacado, y que si no lograba encontrarlas, entonces tendría que esperar a la clase del día siguiente para poder practicar; pero no había bailado desde una semana antes de dejar su antigua ciudad y no pensaba dejar pasar un día más, no podía, comenzaba a sentirse como un pez fuera del agua. Para ella la danza era tan necesaria como el oxígeno que respiraba; y después de tantas semanas comenzaba a sentir que se asfixiaba.
Así que corrió al sótano. Buscó por todos lados. Abrió muchas cajas. Encontró algunas zapatillas viejas de su madre. Se probó algunos pares, pero ninguno le quedó. Estaba a punto de darse por vencida, pero entonces, sobre una de las pilas de cajas vio un par de ballerinas que parecía antiguo, pero estaba en buenas condiciones; se las probó y le quedaron exactas. Incluso se sentían suaves y muy cómodas, aunque de acuerdo a las iniciales que había visto en una de ellas “MT”, no habían pertenecido a su madre, seguramente habían sido de alguna de sus antiguas compañeras, no lo sabía pero tampoco le importaba, ella quería bailar y eso haría.
Regresó al estudio con las ballerinas puestas y, aunque debió haber usado zapatillas de punta, bailó como nunca antes lo había hecho: con pasión y pericia, con talento y con gracia, libre, y totalmente feliz. Pero al terminar la clase, mientras sus padres despedían a sus últimos alumnos, ella se sentó en el suelo de parqué para hacer sus estiramientos finales y quitarse los zapatos; fue en ese preciso momento cuando lo escuchó por primera vez.
No sintió frío como suelen decir las personas que sucede cuando alguien que no pertenece a este mundo se te acerca, pero sí sintió temor, demasiado temor. No había nada diferente en el ambiente, sin embargo todo le parecía extraño. El espacio en el que se encontraba, de pronto se quedó sin luz; los sonidos externos enmudecieron y todo alrededor suyo desapareció; sólo escuchaba el sonido de su respiración y el latir acelerado de su corazón; su cuerpo dejó de moverse, la piel se le erizó y en un segundo en el que incluso el aire se detuvo, una voz áspera y estridente murmuró a su oído su nombre. Eso fue todo lo que distinguió, una voz. Así fue como lo descubrió.
Después de esa noche, sólo podía bailar cuando tenía puestas lasballerinas de MT; y después de ese primer encuentro vinieron muchos más. Procuraba no quedarse sola en el estudio, pero la voz siempre encontraba un momento para acercarse a ella. Poco a poco el temor le fue restando alegría, y el ballet se volvió el centro de su vida y la fuente de su amargura. Su talento crecía con ella, y para su sorpresa, también lo hicieron las ballerinas; y cuando su cuerpo comenzó a transformarse, lasballerinas se volvieron zapatillas de punta.
La voz tomó forma precisamente la primera vez que pensó que era tiempo de comprarse un par de zapatos nuevos; su madre había ofrecido darle dinero, pero esa noche, mientras dormía sintió a alguien sentarse a la orilla de su cama, sintió una mano acariciar su cabello, y cuando abrió los ojos –esperando ver a su padre–, se encontró frente a una figura oscura y sin rostro, que entre sollozos, murmuraba:
- No me importa que estés viva o muerta. Prometí ayudarte a ser la mejor y no me iré de tu lado hasta que lo seas.
Intentó gritar. Intentó moverse. Intentó despertar, pero no pudo hacer nada, hasta que la figura se desvaneció. Entonces encendió la luz de su habitación y encontró sobre su cama a las viejas ballerinas de MT completamente restauradas.
Los años transcurrieron. El reconocimiento le llegó. Pocas eran las bailarinas que podían compararse con ella, pero ella no era feliz. Se había acostumbrado al chirriante murmullo que susurraba su nombre todas las noches y a la figura sollozante que la visitaba cuando sus zapatillas debían ser cambiadas; pero ya fuera por la voz o por la forma, vivía aterrada. Y aterrada vivió hasta que los críticos, la prensa y el público dijeron que nunca antes había existido mejor bailarina que ella. Cuando aquello sucedió, la figura apareció y tras decir: “no me importa que estés viva o muerta. Prometí ayudarte a ser la mejor y no me iré de tu lado hasta que lo seas”, ella suspiró, su mano hacia la oscuridad extendió y con una sonrisa extraña en el rostro suplicó:
- No sé siquiera quién eres, pero ya no me importa más. Prometiste ayudarme a ser la mejor y ahora que lo soy, te pido que me lleves contigo. Necesito estar en paz.
La figura por primera vez rió, y con su áspera y chirriante voz, entre sollozos murmuró:
- Entonces, Marie, hija mía; abrázate a mi sombra, cierra los ojos y ven conmigo, que es tiempo de dejar todo esto atrás.
Su madre la encontró muerta, por una falla cardíaca dijeron los doctores. Su público la lloró y en el último artículo en el que se habló de ella, el periodista escribió: “desde Marie Taglioni, hija Filippo Taglioni –inventor de las zapatillas de punta–, nadie había demostrado tanta disposición y talento para ser considerada la mejor bailarina de su tiempo. Descansa en paz, Marie Toulan”.

La novena puerta. (Taller BL).

Nota. Este relato responde al reto presentado por el “Taller de escritores” del blog “Be Literature” de Leara Martell. El reto consiste en tomar inspiración de una imagen o canción y, en un lapso de una hora, escribir todo lo que puedas; esta quincena se le añadió además una ubicación: el cielo o el infierno. Debo confesar que me tomé la libertad de robar 30 minutos más, para terminar la historia y pulirla un poquito. Las inspiraciones se encuentran aquí (la canción abajo y la imagen al final del post) y sin más, les dejo: “La novena puerta”. Espero la disfruten y comenten. 
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God and Satan by Biffy Clyro on Grooveshark

La novena puerta.

Aun me pregunto, ¿cómo fue que llegué aquí?
La vida siempre se me había presentado como algo maravilloso, bello y lleno de esperanza; pero ahora, rodeada de sufrimiento, fuegos, furias y tormentos; no encuentro un solo rayo de luz que me conceda una razón para seguir viviendo. Quizá, el problema principal sea precisamente ese: no encuentro razones para vivir, porque seguramente, ya he muerto. 
No sé qué sucedió. Recuerdo la música que escuchaba mientras manejaba, recuerdo los árboles que rodeaban la carretera, la recuerdo a ella sonriendo a mi lado… y luego, luego, ¿fue aquello un accidente? Creo haber visto una enorme masa oscura acercándose a nosotros. Creo haber sentido un dolor intenso. Y luego todo estuvo en paz. Me rodeó una luz brillante, me encontré en un espacio limpio y tranquilo. Pero estaba sola. De ella no había rastro alguno.
Me encuentro ahora –no sé cómo, ni por qué–, en un lugar terrible. Todos aquí sufren, todos son castigados. He caminado demasiado. He atravesado ya ocho puertas y cada una me ha llevado a un lugar más espantoso que el anterior, más lleno de angustias y sufrimiento. He cruzado pantanos, ríos y ruinas. He visto a hombres y mujeres –o lo que queda de ellos–, arrastrase  por el fango, sumergidos en brea hirviente, atacados por bestias hambrientas, cargando con pesos demasiado grandes para soportarlos, convertidos en árboles, cubiertos en sangre, envueltos en fuego. El aroma es repugnante, el terreno repulsivo.
Cada vez que he entrado a un lugar nuevo, los guardianes –encargados todos de las torturas– han dejado a un lado los castigos que infringían, me han mirado con ojos inquisitivos, se me han acercado amenazantes –algunos con su presa aún entre las manos–, y me han guiado a la siguiente puerta sin decir palabra alguna. He demandado respuestas, pero sólo he obtenido sonrisas sardónicas y empujones para seguir mi camino. Ni siquiera el barquero que me llevó a la sexta puerta se digno a hablarme. Estoy desesperada. Tengo miedo. El escaso valor que tenía poco a poco ha abandonado mi cuerpo. Los sonidos que me rodean me hieren de una manera que jamás había experimentado. Las risas de las criaturas que aquí viven, combinadas con los chillidos, suplicas y llantos de los condenados, son… son… no creo poder aguantar más, ni un solo minuto.
La puerta que tengo enfrente es inmensa y temo no poder resistir un lugar peor. Ya no me quedan fuerzas. Aunque para mi sorpresa, ni una sola lágrima he vertido. El calor ha ido aumentando a cada paso que he dado, ¿dónde estoy? ¿Acaso esto es el infierno? No, no puede serlo, ¿cómo podría? Siempre he intentado ser buena, estoy en paz con Dios. Siempre…
Cuando ha visto mi pánico y mi intención de regresar por el camino que había recorrido, el último guardián me ha echado de su recinto. La novena puerta ha quedado atrás. Cerrada. Impenetrable. Es demasiado grande, y yo demasiado pequeña para poder abrirla. Nadie me ha recibido aquí. Pero, esto no puede ser el infierno, aquí todo está cubierto de hielo. No siento frío, pero puedo verlo. Nadie me mira, nadie se me acerca. No. Esto no puede ser el infierno.
No me he detenido. No entiendo por qué no me he detenido, pero ahora, frente a mí hay un hombre –sentado en un trono de hielo–, y a sus pies, tres personas enterradas en la nieve. Gimen, lloran. Él no se inmuta. Es joven y hermoso, ahora puedo verlo. Tiene la cabeza gacha, pero distingo su sonrisa. Tiene algo sobre en su regazo. No, no es algo, es alguien. Una mujer, con manchas como aves en el cuello. Se parece a…
Él ha levantado el rostro y me ha mirado intensamente. Sus ojos, yo conozco sus ojos, yo… ¡lo recuerdo!
Estando en aquel espacio pacífico y brillante, un hombre con los mismos ojos que éste que tengo en frente, me dio la bienvenida y me ofreció consuelo, pero yo sólo podía pensar en ella. Había jurado protegerla, y no la encontraba en ningún lado. Aquel hombre dijo que ella no había sido buena, que sus acciones no le permitían compartir el resto de la eternidad conmigo. Le imploré, le rogué, pero no había nada que hacer; eran otros sus jueces y distinto su destino. Lloré. Con todo el dolor que deja un sueño roto, lloré; y él, conmovido, me otorgo una llave de bronce, abrió la primera puerta y dijo:
-   El hombre tras la novena puerta será quien decida. Si él lo permite, podrán quedarse ambas en el Limbo, ella no podrá pasar más allá; si él no accede a tu súplica, esta llave será el salvoconducto que te permita regresar aquí, sola, conmigo. Hará que los guardianes de los demás recintos te permitan transitar por su territorio, y es la única que puede abrir las nueve puertas desde el otro lado. No la pierdas. Sólo quien la porta podrá traspasar la primera puerta y traerte de vuelta. Mantenla siempre contigo. Si aquel hombre concede tu deseo, deberás esperar a que la mujer a la que buscas duerma, y cuando lo haga, vendrás a mí para devolver la llave. No se la des a nadie, mucho menos a ella. Cuídate de ella.
Ahora lo recuerdo todo. Y el hombre que protege la novena puerta la tiene a ella en brazos, esto no lo esperaba. Ella lo abraza también, como si disfrutara su compañía. Se gira y me mira. En sus ojos no veo ni un rastro de alegría. Se ha bajado de su regazo y camina hacia mí. Me abraza. Susurra algo, pero no puedo entenderla. Me abraza más fuerte y entonces me empuja con fuerza. Caigo al suelo. En su mano veo un destello. Ella ríe, “juré destruir tu vida”, ahora la entiendo. Me ha arrebatado la llave. El noveno guardián camina hacia mí, me pone en pie y me aprisiona entre sus brazos. Ella comienza a alejarse. Y mientras lo hace, por primera vez escucho la voz de aquel hombre. Es tan parecida a la del otro, pero hay algo en ella que hace que se me erice la piel y mi cuerpo tirite.
-   Siempre ha habido alguien observándote, mi niña. Él desde arriba, y yo desde abajo. Ella fue fuerte cuando tú no pudiste serlo. Tú la creaste, ¿sabes? Es la parte más oscura de ti. Y ahora es ella quién disfrutará de una paz eterna, porque ustedes son una. Para que el equilibrio no se rompa yo debo tener una parte y él la otra. Mientras tú te quedas aquí conmigo, bajo mi cuidado; ella disfrutará del paraíso que le ha sido negado a todos quienes vivimos en los nueve círculos, sobre todo a los que estamos tras la novena puerta, donde se encuentran los más grandes pecadores: los traidores.
Ella y yo somos las dos caras de una misma moneda, y mientras me hundo en la nieve la veo alejarse –sin siquiera voltear a verme–, caminando hacia su libertad. Me abrazo a mí misma y veo sus brazos rodear sus hombros. Esa es nuestra única despedida.
Al crearla traicioné mi esencia. Sus faltas, injurias y deslices son míos y por ellos he de pasar el resto de la eternidad, aprisionada en hielo, con la cabeza gacha y su recuerdo; bajo el yugo del primer traidor de la historia… tras la novena puerta del infierno. 

Entre la vida y la muerte.

Fue hace tantos años ya. Creí que podía ser más poderoso que la muerte misma, creí que podía arrancar de sus frías y descarnadas manos a mis amados fieles, a todos aquellos infelices que sucumbieron ante el cruento ataque de la peste. Me encaminé en compañía de mis caballeros a las tierras atacadas, esperando tener la bendición de los dioses, y llegar a tiempo para frenar el ávido deseo de aquella monstruosa criatura. No podía dejar a mi pueblo perecer, pero no había mucho que yo pudiera hacer.
Aún así, decidí recorrer los caminos, en busca de aquellos que hubiesen logrado escapar del terrible beso que arranca los espíritus del cuerpo y los lleva a un destino que ahora con toda el alma deseo conocer. Corrí a lomos de mi corcel tan rápido como pude, pero no creo que si quiera el poderoso Hermes hubiese podido llegar más pronto que yo. Todo fue en vano. Derrotado por un enemigo que dejaba las marcas del sufrimiento en la piel de mi pueblo, pero que jamás nos dio la cara, regresé a casa, esperando encontrar allí, en los cálidos ojos de la mujer que amaba, el consuelo que no pude encontrar en los dioses.
El camino fue largo, pero cuando por fin vi mi morada, sentí mi cuerpo llenarse de energía, ella estaba ahí, esperando mi regreso. Casi podía verla, casi podía sentirla, casi podía tocarla; y entonces, cuando veía su mano acercarse a la mía, unos helados brazos rodearon mi cuerpo, un suspiró salió incontrolado del fondo de mi alma y, antes de que la más negra oscuridad cayera sobre mí, escuché su clara voz decir:
Querías llevarte lo que es mío, ahora yo me llevo lo único que es tuyo.
No supe más de mí. Era como si mi vida hubiera sido arrancada de un sólo tirón de mi cuerpo. ¿Así se sentiría estar muerto? Y si ese era el caso, ¿dónde estaba la gente que me esperaba en el más allá? ¿Dónde estaba aquella luz brillante que guiaría mis pasos a lo largo de ese nuevo camino? Y sobre todo, ¿aquella infeliz que me había arrancado la vida no vendría a presentar su horrible rostro ante mí?
No sentía nada. Si esa era la muerte, que aburrida era y que significado cobraba entonces la tan socorrida frase “que trágico es morir”.
¿Dónde estás? –grité entonces con un alarido mudo–. Déjame verte, explícame ¿qué quieres de mí?
El silencio se mantuvo, pero en mi mente escuché claramente el susurro aterrador de su voz.
Estás donde debías estar. Creíste que podías vencerme, pero el vencido eres tú, ahora me perteneces.
¿Estoy muerto? –pregunté.
Aún no, pero pronto lo estarás. Pocos son los que se atreven a contradecir mis designios, pocos tienen tu valor. Serás un excelente compañero. Estarás atado a mí por el resto de los tiempos.
¡Yo no compartiré nada contigo!
Eso es algo que no puedes decidir tú, ahora adiós. O quizás deba decir: hasta siempre.
¿Cómo podía yo vivir una eternidad así? Si moría, debía al menos tener la esperanza de hacerlo y poder esperarla a ella, para estrecharla en mis brazos en el mundo de los muertos y amarla como no había podido hacerlo en vida por mi necedad. No podía dejar que todo fuera como lo era en ese momento, desesperanza, frío y soledad.
Nunca más mis manos podrían sentir el roce cálido que sentía en ese instante, ¿en ese instante? ¡Sí! La podía sentir, mis manos estaban rodeadas por las suyas, inundando de calidez mi cuerpo. El roce de su piel sobre la mía llevaba el calor de vida directo a mi pecho y su voz, porque ahora escuchaba su voz, le pedía a mi alma que luchara por mantenerse viva, por no dejarse vencer.
Regresa, regresa a mí –sollozaba.
Sus lágrimas bañaban mi pecho, sus manos estrujaban fuertemente las mías.
Regresa, regresa a mí –imploraba.
Entonces mi alma rompió en un llanto que no podía salir de mis ojos. Mi corazón sufrió lo indecible por la pérdida más terrible, no lloraba por mi muerte, lloraba por el sufrimiento que mi partida producía en mi bien amada.
¡Oh muerte maldita! –grité con furia–. Cruel y despiadada criatura, me has quitado lo único que es mío has dicho, pero lo hiciste sin siquiera saberlo. Pensaste que apresándome podías tomar mi vida, pero dime ¿qué es mi vida sin aquella a la que más anhelo? Tendrás mi vida y nada podré hacer para evitarlo, pero aquello que es sólo mío eso, aunque creas, jamás podrás tenerlo, porque eso ya le pertenece a alguien más. Ahora arráncame de una vez por todas de este sufrimiento; si he de vagar a tu lado por la eternidad, que la eternidad llegué a mí lo antes posible, porque si no lo hace, aquel valor que tanto veneras se verá destruido por las lágrimas que ahora lloro, por el dolor que siento al partir dejando sola a la única dueña de mi alma. Ven a mí oh muerte maldita, acaba ahora con tu trabajo, no pondré resistencia.
Es tiempo entonces –susurró a mi oído y cuando intentó cubrir mis labios con su frío beso, algo pasó.
Regresa, regresa a mí. Por favor, regresa, regresa a mí.
Tómame ahora, te lo imploro.
No puedo. Tu vida no es mía, tu alma tampoco. Regresa a ella, y espera mi visita. Volveré en algún momento y esta vez sí nada ni nadie podrá detenerlo.
Entonces abrí los ojos y me encontré con el profundo mirar de mi señora. Ella salvó mi vida y, durante toda su existencia, la barrera que sus ruegos pusieron en mi lecho de muerte, impidió a mi terrible enemiga finalizar su batalla. Pero yo no pude hacer por ella, lo que mi adorada compañera hizo por mí. La cruel muerte encontró la forma de derrotarme llevándosela a ella de mi lado. Encontró la manera de arrancarme la vida y el alma con un solo movimiento. Y entonces me ganó de nuevo la batalla.
Hace ya más de doscientos años de aquello. Lo único que deseo ahora es poder morir, pero esa cruel guerrera me niega su guía, debo ser un ente errante: mitad hombre, mitad muerto; y vivir por el resto de la eternidad, en este espacio terrible, indefinido, intransitable; entre la vida y la muerte.

La luna jamás será del sol.

The Moon Is A Harsh Mistress by Josh Groban - www.musicasparabaixar.org on Grooveshark

Eran ya pasadas las once de la noche, se suponía que debía estar sumergido en la lectura y comprensión de los documentos sobre su escritorio, pero su mente no estaba en su despacho con él; no, su mente había volado muy lejos, a aquel pequeño departamento de Chicago en el que se encontraba ella.
Había intentado –por un buen rato– concentrarse en su trabajo, pero había sido inútil. Releyó más de tres veces la misma página y, al terminarla, se sorprendió al descubrir que no había entendido una sola palabra. Se reprendió e intentó hacer que sus responsabilidades fueran más fuertes que su melancolía, pero no pudo, no esa noche. Así que se levantó y caminó hacia la ventana. Reclinó el hombro contra el marco, descansó el lado izquierdo de su frente contra el frío cristal y levantó la mirada al cielo, dejando que su pensamiento vagara libremente. Que llegara hasta ella. Sin ataduras.
No había ningún rastro de nubes. Las estrellas titilaban y la luna llena –resplandeciente y hermosa– consumaba un espectáculo digno de ser contemplado por cualquier amante de la belleza natural, algún poeta en buscaba inspiración o, en su caso, un corazón roto y triste.
Habían pasado semanas desde la última vez que la había visto. Había contado más de veintisiete días, con todas sus horas. Sabía que estaba bien, –la cuidaba aun estando lejos–, pero ¡Dios, cuánto la echaba de menos! Añoraba sus sonrisas, sus ocurrencias, su torpeza. Deseaba verla, charlar con ella, escucharla reír; pero no podía. Todavía no.
Aun con la mente lejos de su cuerpo, siguió observando la luna. Dejó que sus ojos se engancharan a su belleza. Y de pronto comenzó a sentirse algo tonto y cursi al darse cuenta de lo mucho que aquella brillante esfera hacía que pensara en ella. Sin advertirlo comenzó a compararlas. Ambas eran libres y hermosas. Ambas podían embrujar hasta el más cauto de los corazones. Podías no saber su historia, pero una sola mirada lograba hacerte desear desvelar todos sus secretos. Su presencia tenía una especie de imán que hacía imposible no acercarte a ella, contemplarla… amarla. Al menos a él le había sucedido así. Habían bastado un par de minutos para hacerlo admirarla y, con la convivencia diaria se había perdido completamente en ella.
Llevó una mano hacia el cristal e intentó tocar el argentino disco. En eso también se parecían. Tantas veces la había tenido tan cerca, pero jamás había logrado acariciarla. Había intentado robar con sus dedos roces fugaces de su piel, pero jamás había alcanzado a tener el valor de tomar su rostro entre las manos y dejarse llevar por sus sentimientos. La respetaba demasiado. La quería demasiado. Podía asustarla, podía… en realidad, no lo había hecho porque no era lo suficientemente valiente y temía su rechazo. Había tenido un par de oportunidades, y había visto en sus ojos un ligero brillo que lo había hecho soñar con infinidad de posibilidades, pero no pudo, durante todo el tiempo que estuvieron juntos, no pudo encontrar el coraje para hacer lo que deseaba.
Y así, se enamoró, lentamente, de esos ojos verdes que en su momento supieron más de él que él mismo; de su voz que llegaba a espacios de su alma que no sabía que existían; no pudo reaccionar con presteza para subir sus barreras. Una vez en el mundo al que ella lo había transportado no pudo regresar. Sus movimientos tan sencillos, lo borraron de la realidad. Su espontaneidad y franqueza lo hicieron soñar.
“Eres como mi sol” le había dicho ella en una ocasión y se había sentido el más dichoso de los hombres al escuchar el cumplido. Pero ahora que lo pensaba, el sol y la luna, esa era la más cruel y real de las comparaciones.
Había escuchado las historias de aquellos trágicos amantes que habían sido condenados a vivir por siempre alejados. Uno no existía sin el otro, pero jamás podían compartir el mismo cielo. No. Él no quería ser el sol. Él no quería la condena de tenerla siempre cerca, pero sin poder jamás estar a su lado. Quería poder abrazarla, besarla, decirle lo que sentía, amarla, llamarla mía. Pero había perdido su oportunidad.
Sólo le quedaba aceptar que si ella era como la luna y él era su sol, entonces tendría que verla desde la distancia, procuraría que su brillo no se apagara, y dejaría que fueran las estrellas las que compartieran su tiempo y espacio. Tendría que resignarse –como el sol lo había hecho ya– a seguir viéndola como a la luna: hermosa, cautivadora, siempre lejana, nunca suya; y tendría que hacerse a la idea de que, así como la luna no pertenece a nadie, él jamás podría llamarla mía. Porque aunque lo deseara con todas sus fuerzas, aunque en noches como esa su melancolía demandara su cercanía, y sus manos sus caricias; la verdad era cruel e indubitable: aunque el astro rey la ame con todas sus fuerzas, la luna jamás será del sol.
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El rey que fue y será.

Mientras tanto, todos esperarán el regreso de aquel que fue y siempre será su amado y valeroso rey”.
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Recuerdo mi infancia, cuando mi padre fingía amarme. Cuando todo parecía ser mucho mejor de lo que es ahora. Cuando la vida aún me sonreía. Fueron cortos aquellos años, pero fueron suficientes para hacerme entender lo que era apreciar a alguien, aunque fuera por compromiso o, porque simplemente, debías hacerlo.
Papá solía relatarme, en noches en las que las pesadillas me hacían su presa, la leyenda de un magnífico y portentoso rey que murió por amor a su pueblo; uno que fue tan valeroso que se espera regresará para ayudarnos cuando más necesitados estemos de él.
Duerme en las colinas huecas, las colinas de cristal; o quizá en el maravilloso Avalón” solía decirme "a donde fue llevado por su sabio mejor amigo y es cuidado por las hadas y su magia"… su magia, ¡cuánto añoré aquel tiempo en el que me era permitido creer en la magia! Recuerdo lo emocionado que me sentía al escuchar las aventuras de aquel rey, sus alegrías y desamores. "Yo quiero ser como él" solía susurrar antes de quedarme profundamente dormido y, en mis sueños, me veía siempre blandiendo una maravillosa espada, luchando contra malvados caballeros, enfundado en una reluciente armadura, con un estandarte carmín precediendo mi nombre y retornando todas las noches a la rubia mujer que llevaba el título de mi reina. ¡Qué maravilloso era ser niño! Sin preocupaciones y con un gran futuro por delante.
Pero los años pasaron, y de pronto un día, papá me dijo que ya era demasiado mayor para llorar por las noches a causa de pesadillas, que debía ser lo suficientemente valiente para enfrentar mis propios temores y que él no vendría más a consolarme y ayudarme a conciliar el sueño. Es difícil para un niño de apenas seis años ser tratado con tanta rudeza; la magia comenzó a quebrarse entonces, y se hizo pedazos cuando un día mi madre le dijo a alguien más, sin que se diera cuenta de que la oía, que no veía en mí a alguien digno de honores, que mi porvenir no sería nada comparado con el de mis primos porque yo no ostentaba un apellido tan glorioso, ni tenía el carácter bravo de ellos.
Papá me negó un sueño y mamá destruyó mi futuro. ¿Qué podía ser yo entonces? Repasé miles de veces la leyenda de aquel glorioso rey, e intenté reflejarme en otro personaje, uno más acorde a mi bajo y cobarde ser; pero yo no era tan valiente como sus caballeros, no era hijo de un noble, no tenía las características de los héroes.
Mi corazón se llenó de amargura, la amargura que deja un sueño infantil destrozado. Fue en ese momento cuando en mi mente comenzó a formarse una idea, debo aceptar que no ha sido la más brillante que he tenido, pero me permitió crecer protegiendo mi alma del sufrimiento. La idea era ésta: “si no puedes ser el héroe al menos has de ser el más temible villano”. Comencé desde ese mismo instante a aprender las oscuras artes de la crueldad, la vileza y el desapego. Para mi sorpresa no fue tan complicado convertirme en el malo de la historia, pero en silencio y casi sin darme cuenta, sufría, porque una vez había deseado ser el personaje a quien todos amaban y en vez de eso me había convertido en un hombre al que nadie quería a su lado. Todos me despreciaban. Nadie disfrutaba de mi compañía y como pago a tan amable trato, yo me volvía cada vez más y más… ¿inhumano? Probablemente esa sea la palabra que mejor me describa.
Conocí por ese entonces a una mujer, rubia como la reina de los relatos, con una belleza apabullante y los ojos más impresionantes que había visto jamás. No me trataba con cariño, pero aunque yo me encargaba día a día de hacer su vida miserable, ella no parecía odiarme. En una ocasión incluso me defendió de otros. Mis ilusiones infantiles intentaron despertar, pero la costumbre es mucho más fuerte que una simple ensoñación, y el desamor suele poner siempre al temor como principal protección. Me dije mil veces a mí mismo que ella no era digan de mí, que yo no podía ser tan débil; aun así creo que la amé, no podría asegurarlo pero sí puedo decir que sentí por ella algo que jamás sentí por nadie más.
Intenté forzarla, primero a estar conmigo y luego a ser mi esposa; y en ambas ocasiones estuve a punto de lograrlo. Nunca me sentí más semejante a los villanos de aquella historia que tanto admiraba y a los que tanto había repudiado siendo aún un niño inocente. Forzando a la dama a ser mía sin siquiera atender sus necesidades y afectos. No pretendo excusarme por mis actos, pero ¿qué más podía hacer?, me había vuelto tan vil que ella no querría jamás compartir siquiera una charla conmigo. Afortunadamente para ambos apareció el héroe de la historia y, como era de esperarse, me hizo a un lado con un sólo movimiento. Él  era digno de ella, él  se merecía una mirada agradecida y llena de aprecio de aquellos impactantes ojos verdes y yo… yo merecí una mirada llena de temor, ira y desaprobación de aquella a quien creí amar. Me convertí ante sus ojos, y los míos propios, en un monstruo; monstruo que como castigo a su grotesca actuación, se hizo acreedor del destierro. Con mis actos, en vez de ser el dueño de majestuoso y honorable Camelot, me hice merecedor del lúgubre y desolado Dolorous Garde. ¡Qué lejos estaba de ser quién siempre quise ser!
El niño dentro de mí lloró por largo tiempo el desolado presente en el que se había convertido el maravilloso futuro que tanto había deseado. El hombre en cambio, simplemente guardó más rencor en su corazón. Rencor contra el héroe, contra el destino y contra sí mismo por no haber tenido la fuerza necesaria para ser quién había soñado, por haberse permitido convertirse en un truhan, y dejar que su sueño siguiera descansando por siempre en las huecas colinas de cristal.
Pero el destierro fue lo mejor que pudo haberme sucedido. Estando en tierras nuevas, lejos de todos aquellos que me hicieron pensar que no era digno de alcanzar mis sueños logré redimir un poco mis actos. Aferrado a mi vergüenza y mis tristezas, comencé a hacerme de un nombre propio, empecé a probar mi valía y, para mi sorpresa, resulté ser mucho mejor hombre de lo que esperaba. El trabajo forzado me permitió forjarme un carácter recio, completamente contrario al del cobarde que solía ser. Mis decisiones eran mías y los fantasmas de las palabras de mis padres dejaron de perseguirme. Me convertí poco a poco en un hombre mejor. Aun no era digno de presumir el título de “caballero”, pero ya no era el miserable y ruin hombre que alguna vez fui.
Algunos meses pasaron y tuve la dicha de encontrarme con él héroe y mi reina… o quizá sea más apropiado decir SU reina. Ellos estaban juntos y hacían una maravillosa pareja, cubiertos por un majestuoso halo de honor, dulzura, bondad y humildad. Por un segundo volví a sentirme el peor de los hombres, pero ella con una sonrisa sincera y una mirada llena de orgullo me dijo que sabía que yo no era malo, solamente incomprendido. Él ofreció ayudarme a recuperar mi lugar en el lugar al que había llamado hogar, pero yo me negué. No por presunción sino por temor. Sí, temía volver a perderme en las fauces de la arrogancia si volvía a entrar a los terrenos de los que había sido exiliado; me aterraba la idea de volver a ser un villano amargado, triste y solitario. Agradecí infinitamente su ofrecimiento pero seguí estando donde estaba. Ella me pidió autorización para mantenerse en contacto conmigo y poco a poco nos volvimos amigos. ¡El villano y la reina que había intentado ultrajar! ¿Alguna vez has escuchado algo más absurdo?
Ella logró entonces lo imposible; inyectó a mi alma un nuevo sentido de inocencia. Despertó al niño que se había mantenido callado y ausente; y animó de nuevo mis infantiles sueños de grandeza. Yo ya no era un niño, pero me permití -de nuevo- creer en ese personaje que tanto me ayudó en mi más tierna infancia.
Ahora, después de algunos años, una vida redimida, una amistad franca con rey y reina; después de miles de aventuras, y desventuras, he encontrado mi lugar en el mundo. Ahora más que nunca, las palabras "el campeón de la reina siempre será un caballero que la amará en silencio" me parecen sumamente acertadas, pero el amor que siento por ella es limpio y libre de deseo, más como el que debía haber profesado a mi hermana. Ese amor no es nada comparado con el que siento por la mujer que ahora comparte mis días. Su nombre lo dejaré en el anonimato pero me permitiré decir que ella me dio la respuesta que siempre había buscado y, desde entonces, fui suyo en cuerpo y alma.
Ella no sabía nada acerca de mi afición por la leyenda Artúrica pero un día, mientras caminábamos por las húmedas arenas de una playa, como respuesta a un “¿por qué yo?” me dijo: “Renaciste. Me parece maravilloso que lo hayas hecho. ¿Sabes?, hay una metáfora proveniente de una historia infantil con la que no puedo evitar compararte. Creo que eres como aquel rey que por mucho tiempo durmió en las huecas colinas de cristal. Despertaste cuando más te necesitaba y me diste una razón para volver a sonreír. ¿Quién lo hubiera pensado? ¡El villano se convirtió en el héroe!, como por arte de magia. Para mí eres como él, un valeroso y bien amado hombre que despertó de las oscuras profundidades de su interior para convertirse en lo mejor que podía ser”.
Ella ahora me hace feliz. Mi reina no es rubia como la de aquella historia, pero es hermosa y, a diferencia de la de la leyenda, su amor es sólo mío. Para ella, yo soy el más valeroso de los caballeros, y mi pasado no le parece más que algo por lo que tuve que pasar para llegar a ser como ella me dice “aquel que fue y siempre será su amado y valeroso rey”.
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Inspirado en la canción "The Once and Future King" de Gary Hughes

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