lunes, 3 de febrero de 2014

Tengo un mes...

So, sí, hoy justo hago un mes en Florencia. Aún sigo acostumbrándome, pero las cosas van bastante bien.

Justo a esta hora, hace un mes, estaba super cansada y mugrosa, y en este momento me encuentro sentada en el escritorio de mi recámara (ya bañada y bien dormida).

La transición no ha sido del todo sencilla, pero tampoco esperaba que lo fuera. Adecuarse a una nueva ciudad en la que no conoces absolutamente a nadie es complicado por sí solo, y si a eso le agregamos: diferente idioma, diferente país, diferente continente, distintas costumbres, base alimenticia distinta, distinto horario; pues son muchas diferencias. Pero creo que lo más difícil ha sido el cielo gris.

Yup, yo sé que siempre he dicho que me encantan los días lluviosos y grises, que me dan mucha serenidad, que amo el sonido de las gotitas de lluvia contra los cristales, que caminar bajo la lluvia es delicioso y tantas cosas más, peeeero, durante todo este mes he tenido como unos cinco o seis días con sol y la verdad es que, aunque sea un ermitaño que puede quedarse encerrado en casa el día entero, también soy un poco lagartija y la falta de sol de verdad hace daño.

Recuerdo que hace algunos años mi hermano nos decía que el invierno gris le apagaba el espíritu, y yo solía decir “¡ay ajá!”, pero aunque el invierno aquí no ha tenido nieve, ni haya sido tan frío, entiendo ahora que sí, los días grises no son del todo agradables cuando son demasiados; y que el sol es sumamente necesario para ponerte contento, tanto así que cuando sale un poquito me siento como esos chuchitos super alegres cuando ven su correa pa’ salir a pasear.

Aunque debo decir que es hasta cierto punto chistoso ver a la gente apanicarse porque ha llovido por tres días seguidos y el “Arno” está crecido y bravo; creo que me llevaré a unos cuantos a Chiapas en temporada de lluvias para que vean lo que es “llover por tres días seguidos y el río anda crecido y bravo”. ¡Ah, mi lluvioso rancho soleado, de cielos azules y brillantes!

Siguiendo con el tema de “no sabes lo que tienes…”, creo Italia no es productor de frutas y verduras, entonces todo aquí es bien pinche caro, mi dieta se ha basado en pasta, pizza, arroz, champiñones, pan, y mandarinas. Amo las mandarinas y he llegado a pagar hasta tres euros por un kilo. Me encontré unas calabacitas con flor y el kilo estaba como en tres euros también. Compras cuatro pinches manzanas rojas por dos euros y ya ni se hable de cosas ligeramente más exóticas. Tons, los mercados mexicanos nunca me han agradado, pero ahora entiendo porque a los extranjeros les gustan tanto: además de ser bien coloridos, todo es demasiado barato y fresco y rico.

Encontré un lugar (me lo presentaron unas argentinas) en el que hay un aperitivo mexicano, todos los martes en la noche. Bebes una chela o un Spritz (si te quieres ver más fresa, que lleva proceso, agua mineral y otra cosa que se llama bitter) y comes harto de lo que haya, el cocinero es mexicano entonces la comida sí es buena.

Aunque claro que no puedo despreciar la comida italiana he probado pastas ricas, rissotos deliciosos y dulces y gelatos geniales. 

El idioma va mejorando. Con el pasar de los días se me hace mucho más fácil hablarlo, aunque por el momento tengo una pequeña desventaja, en casa se habla inglés… pero lo veremos por el lado amable, en este tiempo perfeccionaré ambos idiomas, y para julio los podré presumir muajaja.

Las clases van bastante bien. He debido desempolvar algunos archivos de química de mi cerebro; porque estoy llevando química, después de más de diez años de nuevo me encuentro con enlaces, óxidos, hidróxidos, ácidos, equilibrio de ecuaciones y cosas por el estilo que en español no me eran tan sencillas, así que mis apuntes son un tesoro que por el momento me encanta descifrar.

Tengo varios créditos reconocidos, so, puedo saltarme clases, pero he decidido llevarlas porque algunas son un poquito-demasiado específicas, tons, pa’ evitar problemas futuros me aguanto. He descubierto que eso de ser adelantadito-cae-mal no es bien visto en ningún lado, pero qué puedo decir, tengo espíritu competitivo y vi algunas caras de “es mexicana=mensa” y pus no, simplemente no puedo dejar que esa suposición sea cierta.

He conocido gente muy linda, hay una comunidad latina a la que intento integrarme que es genial; he conocido a italianos y gringuitos buenitas gentes; pero se extraña poder mentar madres a gusto con alguien que te entienda.

Por primera vez soy la más grande de mi clase y eso sí se siente raro. Mis compañeritas son lindas, casi todas italianas, una suiza, una japonesita y una taiwanesa; aunque, claro está ya hay un par a las que no soporto pero tiempo al tiempo. Una de ellas me dijo loca usando sarcasmo como si esperara que no entendiera lo que decía, y en vez de enojarme me reí y contesté con el mismo tono que ella usó; yo no le dije loca, aun no soy tan maleducada, solo indiqué que la niña era un poquito tonta y ella me vio con cara de “¡¿entiendes el sarcasmo?!”, como si fuera algo que no se usara en otros lugares.

He visto, oído, y comido cosas geniales. Me he reído, he disfrutado y vamos bien. Para ser el primer mes me parece que no ha sido malo, sobre todo si ponemos sobre la mesa que soy algo introvertida y que no me es sencillo socializar, pero vamos pasito a pasito.

Confieso que además de extrañar a mis seres queridos extraño un café con las tres “b” (el de aquí es rico pero caro y x); un jugo de naranja recién exprimido, y ¡muero por unos mis taquitos de cochito o pastor con salsita picante! Me encontré unas piadinas (que son como masa para pizza super delgada) y me acordé del Jul diciendo en el punto: “nos puede traer una quesadillota”, y sí, ¡he hecho quesadillotas! (Ricas, pero con mozzarela en vez de quesillo no salen taaaan buenas). Supongo que tendré que aprender a hacer tortillas y ya. Todo sea para matar el antojo.

Hablando de antojos, tardé casi dos semanas en madurar un puto aguacate porque se me antojo un pan con guacamole y jamón y el muy maldito no estaba tan bueno.

Y pus ya, seguiré estudiando, comiendo, oyendo, disfrutando y aprendiendo tanto como pueda; a mi gente mexicana (y colados en México): me hacen mucha falta y los quiero harto. 

Como paréntesis, no suelo dar limosnas a gente en la calle, pero aquí cerquita de mi casa hay una viejita que tiene una expresión tan triste y desolada que me hace imposible pasar frente a ella sin dejarle una moneda. Ver sus ojitos iluminarse un poquito cuando me da las gracias es una de las cosas más geniales que he visto durante todo este tiempo. 

Ah, y se me olvidaba, aquí solo he encontrado tequila Sauza Blanco y José Cuervo Especial (¡que mantienen en los refris!) pero como decía la Pily: “creo que esos dejan ciego” tons los evito (al menos por el momento).


Saludos, besos, abrazos. Los quiero. Los extraño. Y ya, a darle nomás. 

P.S. No sean pinches codos y compren mi libro xD

domingo, 2 de febrero de 2014

Bailando bajo la lluvia.

Bien, después de algún tiempo volvemos a los relatos inspirados por imágenes y música de "BeLiterature". El reto de esta quincena: que no fuera de algo militar como el video de Aviici. So, aquí va: 


Hey Brother by Avicii on Grooveshark
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BAILANDO BAJO LA LLUVIA. 

¡Ah! ¿Sabías que bailar bajo la lluvia puede ser uno de los placeres más gratos de la vida? Si no lo sabías, te lo digo yo: lo es, es delicioso.

Todo es tranquilidad. Todo es libertad. Todo es sosiego.

El sonido del agua golpeando tejados y asfalto es sumamente relajante, y la caricia de las gotas sobre tu cuerpo suele ser tan suave, que es imposible no sonreír.

Todo es alegría. ¡Todo es tan sereno!

Yo podría bailar bajo la lluvia por siempre. Ignorando lo que me rodea y disfrutando la dicha que me brinda algo tan sencillo como esto. Pero hoy y ahora, sé que no debo quedarme aquí por mucho tiempo. El frío podría hacerme enfermar y, si lo hago, no podré volver a casa.

Pero ¡Dios!, he estado trabajando tanto que creo merecer un poco de descanso. Sí, me daré permiso de quedarme un poco más. Sólo un poco más. Con el rostro levantado, los ojos cerrados y los brazos extendidos hacia el cielo. Dejándome empapar. Sonriendo. Permitiendo que el agua lave mi alma y mi cuerpo. Dejaré que la lluvia se lleve consigo mi agotamiento.

Una mudanza suele ser extenuante. Sobre todo cuando dejas todo atrás en aras de una vida mejor. He tenido que asegurar a mi novio que aún estando lejos siempre estaría disponible para él, que encontraría una forma de hacer las cosas funcionar; y he prometido a mi mejor amiga, que trabajaría con todas mis fuerzas para ayudarla a salir adelante si perdía lo poco que le quedaba. Mis dos mejores amigos saben que no hay nada en este mundo que no haría por ellos.

Pero la lejanía es difícil de manejar, por lo que este fin de semana decidí sorprenderlos y vine a verlos. ¡Los he extrañado tanto! Supongo que también regresé para ayudarme a mí.

¡Ah! La caricia de las gotas de lluvia es casi celestial. Aunque… hay algo raro en todo esto.

El agua generalmente es más fría, líquida y dulce.

No, esto no es agua, y no estoy bailando bajo la lluvia. Lo sé porque al abrir los ojos lo que veo no es el cielo. ¡Esto es sangre! Densa, caliente y con sabor metálico. ¡Ja! Ahora lo recuerdo: el líquido que me baña pertenece a dos amigables cuerpos. ¡Vaya sorpresa que se han llevado!

Mientras yo los extrañaba, ellos se consolaban uno al otro. Como pago a mi confianza, cariño y ayuda, ellos me dieron falsedad y desconsuelo.

Sí, el agua de lluvia es dulce, pero esta sangre, su sangre, lo cubre todo con una espesa capa de serenidad.

¡Ah!, ¿sabías que bailar bajo la goteante sangre de quienes te han traicionado puede ser uno de los placeres más deliciosos de la vida? Si no lo sabías, te lo digo yo: lo es, es delicioso.

Ahora, dime: ¿aún crees en el amor?

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