sábado, 16 de agosto de 2014

Beirlat y Relatos Cortos, ¡Gratis por el fin de semana!

Hola, aquí yo ¿allá quién?

Pues solo paso de carretita para comentarles que algunas de mis historias estarán disponibles de manera gratuita durante el fin de semana del 16 al 18 de Agosto, en la tienda Kindle de Amazon. 

Las direcciones son:



La vida es cruel dicen unos, el destino es duro dicen otros, la fantasía es el mejor escape dicen otros más. ¿Qué pasaría si vida, destino y fantasía se volvieran tu realidad? 
Beirlat narra la historia de personajes, como tú y como yo, quienes nos mostrarán que aunque la vida a veces sea demasiado cruel, hay ocasiones en las que nuestros sueños y fantasías sí pueden volverse realidad.



Un hombre cuenta en primera persona, mediante relatos cortos, las dichas y tragedias que lo llevaron a ser el villano de la historia de alguien más.




Les recuerdo que AQUÍ (mi página de Autor en Amazon) pueden encontrar mis historias, les agradeceré las Estrellitas y Reviews.


Y no olviden a Nakupenda, que también está en Amazón com eBook y en Formato Impreso

A principios del siglo pasado, una joven inglesa, Andy, es obligada por sus
insensibles padres adoptivos a desposarse con un importante terrateniente, a quien ni siquiera conoce, e instalarse con él en el corazón de África. Una vez allí todo cuanto la rodea le resulta salvaje y antipático y pasa los días encerrada en su casa sin querer hablar con nadie y tramando las mayores ofensas hacia su rudo pretendiente. Sin embargo, su situación en el continente negro dará un giro de ciento ochenta grados al conocer a un atractivo y enigmático capataz de larga melena rubia, a quien todos allí llaman «León en casa». Nakupenda es una cuidada novela romántica que mantiene el vilo de la narración a través de efectivos y novedosos saltos en el tiempo que nos permiten componer la historia como un puzle.

Saludos :)

sábado, 9 de agosto de 2014

"Beirlat"

"Entonces, despertó, no de un sueño, sino de un prolongado letargo. Abrió los ojos y se dio cuenta de que la vida que estaba viviendo había dejado de ser vida desde hacía mucho tiempo.

Había dejado que la desesperanza le ganara la batalla, que lo hiciera perder su camino; pero, sobre todo, que lo hiciera pasar cada día como una especie de zombi, o menos que eso. Se había convertido en un ser que respiraba, comía, caminaba; cuyo corazón latía y cuya sangre fluía tranquilamente por sus venas, pero que ya no estaba vivo; era como una sombra, un fantasma. El aire que entraba a sus pulmones en cada respiración ya no traía con él ese soplo de vida colmado de aromas; la comida no le sabía a nada; sus pies lo llevaban a donde su cerebro ordenaba sin prestar atención al movimiento de sus músculos; y su corazón, su corazón palpitaba, pero su ritmo era monótono, no se frenaba, ni se aceleraba, ni mucho menos se saltaba un solo latido por razón alguna. Su sangre recorría su cuerpo, pero la sentía espesa, pesada. Su cuerpo estaba vivo, pero él, el hombre que en algún momento había sido, había muerto mucho tiempo atrás.


Hasta que ese día, el rostro desencajado de una pequeña ―que lloraba en su regazo por no poder reconocer más en sus ojos, ahora de un azul apagado, ese brillo que otorgan la alegría, el amor y la esperanza―, lo hizo despertar de golpe. Su llanto le dio una bofetada que le causó mucho más dolor que aquella que había recibido algunos meses atrás. Las lágrimas que salían de aquellos ojitos azules fueron mucho más efectivas que todas las palabras, todos los regaños y todos los esfuerzos por hacerlo volver a ser el hombre que vivía una vida plena o, al menos, intentaba hacerlo. Lo hicieron darse cuenta que refugiarse en él mismo no era la respuesta a sus problemas, que enfurruñarse con el mundo que lo juzgaba no era más que una muestra de cobardía, que tragarse sus lágrimas ya no le servía de nada. Era momento de fajarse los pantalones, erguir la cabeza con orgullo y hacerle frente a sus miedos ―y a los medios―, era tiempo de dejar bien claro que él no era ningún pelmazo. Era momento de hacer callar todos los rumores malintencionados, de demostrar que era un digno heredero del nombre de su padre, y ante todo, era tiempo de demostrarle a su hija que su papá aún estaba ahí para ella.
En ese instante, impulsado por los sollozos de Lily, tomó la decisión de hacer pedazos el féretro en el que se había convertido su cuerpo, de dejar de lamentar su pasado y comenzar a vivir su presente, y al hacerlo, cual ave fénix, volvió a la vida.

Abrazó a su hija con profunda dulzura y lloró, lloró como no se lo había permitido desde hacía tres largos años. Se permitió quebrarse. Postrado de rodillas ante la pequeña pidió perdón por haberse perdido en sus penas; por haberla dejado a un lado, por haber permitido que su sufrimiento lo sobrepasara; por no haber sido el héroe que ella creía ver en él. Y le prometió, con el alma entera, que a partir de ese instante volvería a sonreír."



Extracto de "Beirlat", disponible en formato Kindle en: aquí.


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